REPORTAJE: Adicción a la ‘coca-cola’ en el México indígena

A continuación reproducimos el reportaje de el diario español "El País" donde destaca que en México,  el país con más muertes por diabetes de Latinoamérica, la población indígena y rural es la más vulnerable a la invasión de los refrescos:

Guadalupe Sánchez tiene las manos agrietadas de un campesino del maíz y la sangre limpia de azúcar de un ex adicto a la coca-cola

“Yo tomaba unas tres botellas de litro al día. Nada más me despertaba, con las tortillas me tomaba el primer vasito y así seguía por la tarde y por la noche”, dice mientras un remolino de pavos con el gaznate colorado picotea la tierra a la puerta de su casa. La levantó él mismo para su familia: esposa, ocho hijos y siete nietos. Las paredes son de cemento gris y tiene el tejado sin terminar.

— ¿Cómo se sentía bebiendo tanto refresco?

— Tenía mucha flojera. Casi no podía ir a trabajar. Con el calor del campo, pues bebía más coca. Pero empecé a notar que perdía vista y la lengua como que se me iba pa delante.

— ¿Y cómo consiguió dejarlo?

— Es difícil porque todo el mundo te invita. Cuando vas a visitar a alguien te dan un vasito y está feo rechazarlo. Pero el médico me dijo que lo tenía que dejar y me dio unas pastillas. Yo además empecé a masticar una hierba que nosotros llamamos Hoja de burro, que ayuda a no tomar.

En la comunidad indígena mazahua de San José del Rincón, un pueblo boscoso y húmedo al oeste del Estado de México, hay casas donde no llega el suministro de agua potable, pero en la mesa está fija la botella roja de refresco. A los 47 años, Sánchez ha llegado a tener un nivel 200 de glucosa en sangre: el doble del umbral de riesgo y algo muy frecuente entre sus vecinos.

“Es como un veneno, nos hace mucho daño”, dice Leticia Cruz, 41 años, que vuelve de dar un paseo con sus tres nietos. “Cuando me quedo con ellos porque su mamá sale a trabajar, está prohibida la coca-cola”. Uno de los críos mira a su abuela desde abajo y descascarilla con los dientes una vaina de haba que ha arrancado por el camino.

Sobre todo en niños, estamos encontrando lo que se conoce como la doble carga de la enfermedad: desnutrición y sobrepeso

Desde el Tec de Monterrey, una de las universidades más caras y prestigiosas del país, un grupo de estudiantes de la carrera de Nutrición lleva todo el mes de septiembre visitando la comunidad. Los dedos de José Polo, 18 años, también son ásperos y rugosos de descargar camiones y colocar estanterías en el mercado. Nunca se los habían pinchado para sacarle sangre. Los chicos del Tec tampoco habían agujereado antes una piel tan rocosa. Cambio de aguja. Hace falta otra más afilada. José Polo ha dado 150 de azúcar en sangre.

“Nos estamos encontrando con fuertes niveles de hiperglucemia. Esto es un fiel reflejo de alto consumo de bebidas azucaradas y comida procesada, carente de los nutrientes necesarios”, apunta Yaremi Gutierrez, la profesora que está dirigiendo las visitas.

Los mazahuas del Estado de México están abandonando su dieta milenaria basada en legumbres, verduras y hortalizas para pasarse cada vez más a la chatarra. El maridaje entre pobreza, exclusión y comida basura es letal: “Sobre todo en niños, estamos encontrando también lo que se conoce como la doble carga de la enfermedad: desnutrición y sobrepeso”

México vive una epidemia de grasa y azúcar. Siete de cada 10 adultos tiene sobrepeso u obesidad, por uno de cada tres niños. Es el segundo país con más exceso de kilos del mundo, solo por detrás de Estados Unidos. Según la OMS, los mexicanos son los que más refrescos consumen —163 litros al año—  y los que más mueren por diabetes en toda Latinoamérica.- (Con información de El País)


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